“Las enzimas actúan como catalizadores, transformando en una forma útil, la energía que aún no está disponible para el organismo”.
¿No deseamos todos que hubiera un botón mágico para que nuestras tareas cotidianas se realizaran el doble de rápido y que tuviéramos más tiempo para llevar a cabo las cosas que en realidad queremos hacer? Hasta que descubramos algún dispositivo o técnica mágica, hacer la colada siempre va a llevarnos tiempo. Quizá podemos consolarnos con el hecho de que nuestros cuerpos cuentan con pequeños ayudantes que mantienen nuestros quehaceres internos funcionando…
Las enzimas actúan como catalizadores, transformando en una forma útil, la energía que aún no está disponible para el organismo.
Son las enzimas: unas proteínas fantásticas que actúan como catalizadores, acelerando y haciendo posibles varios procesos químicos. Toma como ejemplo la colada de la que estábamos hablando: Las enzimas permiten al detergente en polvo limpiar la ropa a bajas temperaturas dividiendo las proteínas en manchas difíciles.
A pesar de su importancia, las enzimas apenas reciben la misma atención que otros nutrientes, como las vitaminas o los minerales. Mientras que todo el mundo ha escuchado hablar de la vitamina C y del magnesio, casi nadie sabe qué hace la tripsina.
El descubrimiento y la función de las enzimas
La comprensión moderna de las enzimas se hizo realidad gracias a la revolucionaria investigación en el campo de la química. Eduard Buchner, un científico alemán, descubrió que la levadura fermenta incluso extrayendo todas las células vivas de esta. Llegó a la conclusión de que las enzimas eran el ingrediente activo en la fermentación. Desde entonces, la investigación de las enzimas ha sido esencial para comprender el cuerpo humano.
Las enzimas actúan como catalizadores, transformando en una forma útil, la energía que aún no está disponible para el organismo. Algunas llevan esto a cabo con la ayuda de otras sustancias llamadas coenzimas, que de un modo específico se unen a “su” enzima y actúan como facilitadores. Y al igual que las coenzimas solo trabajan con una enzima específica, cada enzima es responsable de una tarea concreta. A pesar de que las enzimas están involucradas en diversos procesos del metabolismo, en este artículo nos centraremos en el rol de las enzimas digestivas.
Las enzimas digestivas se producen en diversos órganos: en las glándulas salivales (amilasa, lipasa), en el estómago (pepsina) o en el páncreas (tripsina). Por ejemplo, la pepsina y la tripsina descomponen las proteínas, la amilasa trabaja en los hidratos de carbono y la lipasa se centra en las grasas. Al descomponer estos macronutrientes, permiten a los micronutrientes como vitaminas y minerales difundirse en nuestra sangre a través de las paredes intestinales. Sin las enzimas, estos micronutrientes pasarían simplemente a través de nuestro sistema sin ser absorbidos. Por lo tanto, las enzimas son esenciales para nuestro equilibrio nutricional.
Enzimas esenciales
A día de hoy, los alimentos menos nutritivos, el consumo frecuente de comida procesada, el estrés, un estilo de vida sedentario y la preocupación crónica han estado ligados a un aumento potencial del estrés inflamatorio en nuestros cuerpos. Las enzimas pueden ayudar a disminuir este estrés inflamatorio. Por ejemplo, se dice que gracias a ellas se reduce el dolor relacionado con la osteoartritis. Además, las enzimas son poderosos antioxidantes que reducen el nivel de daño tisular causado por los radicales libres.
Un creciente cuerpo de investigación sugiere que a medida que envejecemos, las enzimas pueden empezar a fallar, especialmente si sufrimos una enfermedad crónica. Una dieta bien equilibrada que incluya todas las vitaminas y nutrientes necesarios ayuda a las enzimas a trabajar de un modo eficiente.
Mientras que los síntomas relacionados con la digestión como los gases o la hinchazón a veces guardan relación con una deficiencia de enzimas, la investigación de esta correlación, de momento, no es concluyente. Tales síntomas pueden asociarse a una insuficiencia pancreática, pero también pueden ser causados por intolerancias a la comida o por una dieta no equilibrada. Sería conveniente considerar cambiar la dieta, y, si eso no parece aportar ningún alivio, puedes aumentar las enzimas siguiendo unas simples pautas.
Aumentar las enzimas
Si quieres tener más de estos héroes escondidos en tu sistema, existe toda una variedad de alimentos ricos en enzimas donde elegir. Es mejor decantarse por alimentos crudos o fermentados, ya que las enzimas son muy sensibles al calor y se destruyen en las comidas cocinadas.
La fruta siempre es buena.
La papaya y la piña contienen, respectivamente, las enzimas papaína y bromelina que pueden actuar como agentes antiinflamatorios en el cuerpo. Los alimentos fermentados presentan un montón de enzimas activas: los pepinillos, la ensalada tradicional asiática kimchi y las bebidas como la kombucha y el kéfir, al igual que los yogures, son grandes fuentes.
Prueba a combinar bebidas fermentadas con frutas en un batido: es una bebida refrescante que te proporcionará muchas vitaminas, además de valiosas enzimas.
Es importante equilibrar todo esto con una toma saludable de vitaminas. En realidad, muchas coenzimas derivan de vitaminas. Una dieta basada en alimentos integrales orgánicos que incluyan todos los macro y micronutrientes esenciales y con la menor cantidad de componentes procesados posible, ayudará a estimular tus niveles de enzimas, y con el tiempo, tu bienestar general.
Fuentes de antioxidantes
Una de las maneras más sencillas de obtener más antioxidantes es seguir una dieta saludable y equilibrada desde el punto de vista nutritivo. En especial, una dieta que contenga una gran diversidad de fruta fresca y verduras de diversos colores.
Fuentes naturales de antioxidantes
Muchos alimentos frescos son ricos en antioxidantes. A continuación le sugerimos algunos alimentos que podría considerar incluir en su dieta:
- Tomates: ricos en licopeno (pigmento responsable del color rojo).
- Zanahorias: ricas en el antioxidante beta-caroteno (que les da su característico color anaranjado).
- Brócoli, puerro, huevos, fresas y semillas de girasol: ricos en vitamina A.
- Manzanas, arándanos, pimientos, berros, plátanos, frambuesas y espinacas: excelentes fuentes de vitamina C.
- Almendras, moras, cereales integrales, caballa, col y nueces: fuentes ricas en vitamina E.
- Sandía: también es una buena fuente de licopeno.
- Frutas cítricas como naranjas, limones, limas y pomelos: contienen fitoquímicos saludables como, por ejemplo, carotenoides, limonoides y terpenos.
- La nuez del Brasil, los mariscos, los vegetales verdes, el hígado y los cereales integrales: son fuentes útiles conocidas de selenio.
Artículo procedente de la página de Lifeplus International.
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